lunes, 27 de abril de 2009

Roots (raíces)

Sábado por la noche, la madera empieza a quemarse, delante de los ojos atentos de niños y extranjeros. Los adultos preparan pacientemente el chowali (cacao), mientras las mujeres se ponen sus trajes de colores. El maestro hace sonar la concha, mientras los noghbes bailan harmoniosamente. Un gusano humano rítmicamente va marcando un paso tras otro. Raíces, orígenes perdidos que se labraron a mano.

Utópico o no, pero sorprende la humildad de los Noghbe. En Europa no sabemos vivir sin poseer el último modelo de bambas, sin la camiseta de marca o el videojuego de moda y el móvil de última generación. En el Alto Noghbe los niños corren descalzos por la selva, juegan entre ellos, comparte, ¿pero que comparten? Pues comparten el tiempo, sus vidas, porque no tienen juguetes en sus manos con los que aislarse. Lo más sorprendente es que no vi a ningún niño llorar, sólo reír. A veces, en la sencillez está la felicidad. Felicidad que, nosotros, los de Occidente, perdimos detrás de cada electrodoméstico que, tal vez, nos hacen la vida más cómoda, pero ¿realmente nos hacen más felices?

A veces, la vida nos golpea en la cara y nos damos cuenta que la evolución, el desarrollo, el progreso, entendido al modo europeo no tienen porque ser el mejor camino para sobrevivir. Cuando uno ve a los noghbe viviendo día a día de lo que les da la tierra, moliendo el maíz, separando los granos de arroz, cocinando con fuegos de leña (que por cierto la comida queda mucho más buena), uno se cuestiona lo que realmente es el progreso y si éste, realmente, ésta ligado a la felicidad o a una comodidad absurda que cada vez nos hace más dependientes de las máquinas y menos independientes de nuestro propio ser.

Ante la pregunta si el progreso es la felicidad, seguramente un Noghbe respondería que no, que no desea el desarrollo occidental ni la vida acelerada en la ciudad. Seguramente diría que es feliz en su tierra, con su vida tranquila y calmada, tumbado en una hamaca o sentados en el rellano de sus casas, compartiendo, hablando, riendo con sus amigos, vecinos, familiares.

Y es que, a veces, con cosas tan simples, con una sonrisa diaria uno es feliz. Ahora, en Europa ya no podemos ni queremos ser así, pues nuestras vidas se han desprendido demasiado de la sencillez de la vida. Sin embargo, los noghbes son una demostración que en la esencia del hombre, en su ser más puro y humilde habita la felicidad, entendida en mayúsculas.
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jueves, 16 de abril de 2009

¿Conoces a Quentin Tarantino?

Un día, en Puerto Viejo estábamos tomando una cerveza con un chico que era descendiente de indígena y negro y que vivía en esta pequeña y humilde población del Caribe Sur de Costa Rica. El nos contó que su vida era levantarse, trabajar, hacer surf o quedar con los colegas y por la noche salir a tomar algo.

De repente, en el bar sonó una canción de Pulp Fiction (dicho sea de paso, es mi banda sonora preferida). Entonces, yo le dije a César. "Mira es la canción de Pulp Fiction". El chico nos miró, y nos pregunto ¿Qué es Pulp Fiction?. César y yo nos miramos sorprendidos y le dijimos, "una película de Quentin Tarantino. ¿Conoces a Quentin Tarantino?". Él nos respondió que no sabia quien era. Y nos explicó que no tenia costumbre ver películas, que a veces si iba a casa de un amigo y tenían una película puesta, pos la veía, pero que no sabia ni nombres de actores ni directores.

En ese momento, no me lo podía creer que alguien no supiera quién es Quentin Tarantino, uno de mis directores favoritos... Pero luego comprendí y me alegré que aún existan espacios donde la globalización no haya calado fuerte, donde la gente tenga otras preocupaciones de vestir a la moda o de saber quién es Quentin Tarantino. Entonces, me di cuenta que, por suerte, aún hay gente que no está sometida a la cultura de la televisión.

En ese momento me avergoncé de mi incomprensión inicial y pensé: En verdad, ¡cuántos chicos deben haber en el mundo en las selvas latinoamericanas, en las sabanas africanas o en los desiertos asiáticos que no saben quién es Quentin Tarantino. De hecho, tal vez, la mayor parte de la población del planeta no sabe quién es Quentin Tarantino y en Europa sería impensable que alguien no supiera quién es.
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Puerto Viejo

No existe en el mundo un sitio como Puerto Viejo (en el Caribe Sur de Costa Rica). Un paraíso terrenal. Un viaje a otro mundo al son del ritmo del mar.

Sin embargo, nada es perfecto, y en Puerto Viejo uno ve por las calles las huellas de la colonización y el imperialismo. En el Caribe costarricense es la única parte del país donde la mayoría de la población es afro descendiente. Pero, aquí no llegaron directamente procedentes de África, sino que los trajeron de Jamaica a mediados del siglo XIX y principios del XX. De hecho, entre ellos, muchos todavía hablan inglés, la banda sonora del lugar es el reggae, los colores, rojo, amarillo y verde y la cara más vista la de Dios, Bob Marley.

Puerto Viejo es un sitio especial, un submundo dentro de Costa Rica, un sitio digno de visitar, no hay nada igual y tan auténtico, dentro del país, donde su población ha sabido preservar su cultura, su raice and beans y el rondón.

La gente, por eso, tiene escrito en la cara la dureza del tiempo, el trato desigual del que han sido víctimas. Muchos jamaicanos fueron traídos por la fuerza o engañados para trabajar en las bananeras, como la estadounidense United Fruit Company. En este pequeño paraíso donde los europeos venimos a evadirnos del estrés de las grandes ciudades, aquí se cometieron acciones atroces contra la población negra e indígena, se violaron sistemáticamente los derechos humanos en pro de la exportación del banano.

Las bananeras, por eso, dejaron de ser rentables en el Caribe. Muchas de ellas cerraron sus puertas y se trasladaron en el Pacífico, donde la tierra era más fértil. ¿Y la gente de color?, Exiliados de Jamaica se quedaron con las manos vacías, con menos de lo que ya tenían, con menos de lo que poseían cuando partieron de sus países.

Ellos, que ya eran hijos y nietos de los que habían ido a Costa Rica a trabajar en las bananeras, ellos que se sentían ya costarricenses tuvieron que quedarse encerrados ahí, en Puerto Viejo. Pues el gobierno de Costa Rica no les dejaba dejar esas tierras y probar suerte en otros lugares del país. Una ley estatal de los años treinta del siglo XX prohibía explícitamente que los afrocaribeños se trasladaran a la Costa del Pacífico a buscar otras oportunidades.

Hoy en día, se ve la decadencia que han dejado las grandes bananeras, la globalización, el capitalismo, pero por suerte, ellos no han perdido su dignidad y día a día siguen luchando para sobrevivir.
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El patio trasero del patio trasero

Dicen que México es el patio trasero de Estados Unidos. ¿Ciudad Juárez? ¿Las maquilas? Un retrato deprimente de la globalización. ¿El narcotráfico? ¿Los carteles mexicanos? Un reflejo de la corrupción del Estado mexicano y del estadounidense también. ¿México? El patio trasero, donde Estados Unidos ha tirado su basura.

¿Pero cuál es el patio trasero de México? Guatemala, el reino de las maras. En este pequeño país de unos trece millones de habitantes, donde un día brillaron con todo su esplendor las pirámides mayas, hoy muere una media de diecisiete personas al día.

Las maras controlan los barrios más pobres del país y si no obedeces, te matan.
En Guatemala los carteles mexicanos actúan con total impunidad. Este país, uno de los más pobres de Centroamérica y de toda América Latina, la corrupción, la violencia, el narcotráfico es el pan de cada día.

¿La profesión de más riesgo en este país? Conductor de autobús. Desde que empezó este año 2009, ya han muerto 68 conductores de autobuses a mano de las maras, que los asesinan por un puñado de monedas. La violencia sin sentido, la muerte sin razón.

Lo más triste es que las víctimas siempre son los mismos, los que no tiene nada, el blanco fácil para los carteles mexicanos. Y lo más deprimente, las maras robando a los inmigrantes que huyen a los Estados Unidos escondidos en los tejados de un tren. ¿Cómo se puede robar al que no tiene nada?

Guatemala, reino de la impunidad, el patio trasero del patio trasero.
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La Ley Seca

La semana pasada estaba disfrutando de unos días de vacaciones con mi familia en Costa Rica. Era semana Santa y decidimos ir al Arenal y a la playa, a Tamarindo. En eso, que de camino entre el Arenal y Tamarindo nos paramos en un restaurante a comer y pedimos una cerveza, pues el sol era abrasador. El camarero, amablemente, nos respondió que no nos podía servir alcohol, que en jueves y viernes santo está prohibida la venta del alcohol en toda Costa Rica.

Nuestros ojos se abrieron como un par de naranjas, y pensamos que eso era porque estábamos en un bar de carretera, en un pueblo muy pequeño, pero la verdad es que todos los presentes dimos por sentado que en Tamarindo, zona turística por excelencia en el país costarricense, iban servir alcohol. ¿O es que alguien se imagina un turista estadounidense sin consumir alcohol en la playa?

Pues bien, a la hora de cenar, ya en Tamarindo, fuimos un restaurante lindísimo en la orilla del mar. Y la escena se repitió. Nos dijeron que no nos podían servir vino para cenar y es más nos mostraron que la policía había sellado todas las bebidas para controlar que no se vendieran.

La verdad es que nosotros no desistimos ni jueves ni viernes, nuestra pregunta se repetía en cada bar, pero la respuesta era la misma, un ¡NO! ¿Os podéis imaginar lo que es estar en un chiringuito de playa haciendo unas tapas a la tica y sin una cervecita? A la hora de cenar fuimos a un italiano y nos dijo que si queríamos nos podía servir el vino en una taza de café (para que la policía no lo viera) o ponernos ron o whisky en la coca-cola, pero servirnos un cerveza ni hablar, era demasiado descarado y podía llamar la atención de las autoridades.

A nosotros esta medida nos extraño, pues la religión cristiana prohíbe comer carne el viernes Santo, pero en ningún momento prohíbe el consumo de alcohol. Es más el vino es la sangre de Cristo.

El lunes le pregunté a un compañero de trabajo y me comentó que esta medida la toma el gobierno en sólo dos ocasiones, en los días Santos y en las elecciones. De este modo, pretende que los costarricenses participen de las actividades religiosas de Semana Santa y de vayan a votar, en vez de que se queden en casa o con los colegas empinando el codo.

Bueno, una laica como yo, pues tengo muchas cosas que decir, pero lo resumiré lo más breve posible. Me parece una falta de respeto para los no creyentes. Pues que no beban alcohol los católicos, pero yo ¿por qué no, si igualmente no acudiré a las actividades de Semana Santa?

Por no decir que, tanto criticar al fundamentalismo islámico, cuando en el seno de la cultura cristiana pasan cosas como estas. La verdad es que el Islam sí que prohíbe el consumo del alcohol. Sin embargo, yo he visitado tres países islámicos, Siria, Jordania y Egipto y en ninguno me han prohibido la venta de alcohol. Pues se entiende, que si uno no tiene que ingerir bebidas alcohólicas es por convicción propia o moral, no por obligación, pues entonces no tiene sentido la fe religiosa, que es por devoción y no por obligación (entiendo yo). Esto es un ejemplo más que en la religión cristiana también existen posturas fundamentalistas y poco respetuosas con las demás ideologías o pensamientos.

Y ya sé, que he de mostrar comprensión, pues es una cultura diferente y que se trata de una República cristiana católica, pero que bonito el sábado por la mañana cuando el camarero del hotel estaba llenando la estantería vacía de botellas de vino.
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