martes, 7 de julio de 2009

De corazón pirata

Que es mi barco mi tesoro
Que es mi Dios la libertad
Mí ley la fuerza y el viento
y mi única patria la mar.

José de Espronceda

El camino al paraíso tiene su purgación, en el caso de la Isla del Coco son 38 horas en barco, que me provocaron dos vómitos y malestar corporal. Sin embargo, al segundo día de viaje (el que me pase todo día navegando), me desperté como nueva. Entonces, tras más de catorce horas de sueño a mis espaldas, subí a la proa del barco y tuve la experiencia estética más bonita de mi vida. Envuelta por la mar. No había tierra en ningún lado, sólo mar y el sol, las nubes, los delfines y los peces voladores. Entendí a los piratas y el poema de Espronceda, me dejé cautivar por la belleza de la mar.


Por la noche, me levanté y volví a repetir esta experiencia. Subí a la proa. Entonces conocí a la nada, el cielo y la mar se confundían en el mismo color negro, no había diferencia entre uno y el otro. Sólo el vacio, como dirían los románticos del siglo XIX, experimenté en mis carnes lo sublime de la naturaleza, de lo sublime a lo bello. Mi sorpresa fue, cuando empezó a esclarecer y me di cuenta que, en medio de la nada, de lo sublime, enfrente mío estaba la Isla del Coco. Parecía un cuadro de Turner, donde el negro tenebroso dejaba entrever la figura de un islote aún más negro, una mar oscura, en la que los peces parecían rayos de luz sobre la nada de la mar, un misterio que oculta una vida. La poesía de la noche resumida en una imagen que nunca más se borrará de mi cabeza.

Entonces, de día me sumergí en la Isla del Coco, entendí el panteísmo de Hölderlin, la grandeza de la naturaleza, su poder regenerador. La Isla del Coco es un misterio de la naturaleza. Su verdor es incomprensible en medio de la nada del mar. Normalmente, un ecosistema como el de la Isla del Coco se da cerca del continente, no a 553 kilómetros de tierra continental. Además, tiene una infinidad de agua dulce, que es la que produce que tenga una rica biodiversidad, de las cuales el más del 10% de la especies son endémicas, es decir, que son propias de la Isla, que sólo existen en ella, no se encuentran en ningún otro lugar.



Un misterio de la naturaleza que cautiva la mirada de cualquier espectador. Sin embargo, la experiencia final, la más emocionante y sorprendente, fue cuando me puse las gafas de snorkel y miré bajo la mar. En ese momento, se me abrió una ventana a un mundo nuevo, que sólo había percibido en fotografías y en la televisión. Miles de peces de colores, morenas, angelitos, hasta un pequeño tiburón.

Cuando acabé el viaje, me di cuenta, que difícilmente volvería a ver tanta belleza de la naturaleza junta. Y comprendí a los piratas, que años atrás pisaron la Isla del Coco, que hace 300 años ocultaron sus tesoros, sus riquezas en la misma Isla, que ahora pisan mis pies. Enterraron sus tesoros, en un tesoro de la naturaleza. Entonces, me di cuenta, que como los piratas, lo que quiero en esta vida es descubrir, viajar por todos los tesoros que nuestro planeta esconde, vangabundear por los secretos más lindos de nuestra madre naturaleza.


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